Cuentos e historias de nuestra Tierra del Pan, Alba y Aliste II - La ciudad de los coboldos

Cuento con origen : Muelas del Pan

LA CIUDAD DE LOS COBOLDOS

(II)

Los coboldos son unos personajes que, habitualmente, buscan tesoros por los bosques y se los llevan a su ciudad que está situada en el fondo de un embalse, llamado del Esla, y en el lugar preciso donde vivieron el Dios San Julián y la Diosa Santa Basilisa antes de que el embalse se construyera., pero desde que se hizo todos los coboldos de los bosques de los alrededores decidieron construir una ciudad en el lugar referido. Era una ciudad protegida por una campana enorme y, como allí había mucha obscuridad decidieron que la alumbrarían con luciérnagas que estaban pegadas a la gran campana de la ciudad y los coboldos las alimentaban con hojas de higuera, con hojas de encina y con hojas de alcornoque.

En aquella ciudad también había niños coboldos. Tenemos que reseñar que los coboldos del embalse, como así se llaman, tienen el cuerpo como cualquier persona, pero son de menor estatura, como si dijéramos enanos. La otra particularidad es que los pies los tienen como los patos. Todos ellos son blanquísimos, si bien es verdad que mitad y mitad, más o menos, unos tienen los cabellos rubios y otros los tienen plateados. El que los pies los tengan en forma de pato se debe a que para nadar y salir a tierra firme desde su ciudad, necesitan atravesar las amplias y profundas aguas del embalse.

Era costumbre entre los niños coboldos celebrar una fiesta en tierra firme todos los martes de luna llena en que se encontrase despejado el firmamento. Los coboldos tenían amigos humanos y, por eso, ellos junto con sus amigos solían celebrar dicha fiesta junto a una encina situada al lado de la llamada Laguna de los Coboldos por donde ya pasaran en alguna ocasión Pelorrizo y Morena Nieves camino de El Campillo con ocasión de su aventura del El Tamborilero Zumbón.

Bueno pues aquel día Pelorrizo y Morena Nieves se habían ido, desde La Parada, a la Glorieta del Descubrimiento y estaba anocheciendo. Era martes y la luna parecía un sol. Se sentaron en un banco de la plaza y se dispusieron a comer su bocata que le había preparado la Mami. Cuando estaban llenando sus pequeños estómagos pasó por allí el hada madrina de Morena Nieves, que era de color aceitunado tirando a obscuro y les dijo: Hoy tengo una pequeña aventura para vosotros y os transpondré en el tiempo hasta que la Mami venga a buscaros. Les tocó con la varita mágica y..¡Zasss! se encontraron en el Alto del Alcornocal a cientos de kilómetros de allí a la orilla del camino. Y, mientras se sobreponían del susto vieron a dos chicos blancos, uno llamado Luisito montado en un potro rojo y a otro algo más joven montado en una yegua negra. Walter y Luisito al ver a Pelorrizo y Morena Nieves, (nunca habían visto personas tan morenas), pero viendo que eran niños les dijeron: Vamos a una fiesta que organizan la princesa Koboldita y sus compañeros no lejos de aquí, junto a la Laguna de los Coboldos. Si nos queréis acompañar subid cada uno en uno de los caballos y os llevamos hasta allí. ¡Son muy divertidos los coboldos y os gustará la fiesta!

Ambos acompañaron a Walter y Luisito. Pelorrizo se subió en la yegua negra y Morena Nieves en la grupa del caballo rojo y, como la laguna quedaba muy cerca, pronto llegaron. Allí se apearon los cuatro, quitaron las riendas a los caballos y los soltaron para que paciesen, ya que crecía una hierba hermosota. Miraron hacía la encina y pudieron apreciar que la princesita Koboldita, vestida con un hermoso traje azul reluciente ya llegaba acompañada por más de una docena de niños y niñas koboldos.
Como era costumbre hacer una hoguera, Walter y Luisito recopilaron leña que traían hasta cerca de la encina. Pelorrizo y Morena Nieves también quisieron ayudar y trajeron unas cuantas ramitas. Siempre se encendía la hoguera. A continuación los niños coboldos se ponían a bailar el corro chirimbolo dando golpes de pie alrededor de la encina de tal manera que las bellotas se desprendían. Todos los que quedaban dentro del corro, que no eran otros que Walter, Luisito, Pelorrizo y Morena nieves, las iban recogiendo y amontonando junto a la lumbre. Cuando ya no caían más bellotas las metían en la hoguera para asarlas y después comerlas.

Morena nieves sentía un poco de miedo al ver los pies de pato de los coboldos y su pequeña estatura, pero Walter le dijo que no tenía que tener miedo, que eran chicos muy majos. Poco a poco las bellotas se iban asando . Cuando el olor que desprendían empezó a llegar a los niños coboldos, dejaron de danzar y acabaron por sentarse todos en torno al fuego, no sin antes saludar a los amigos que habían llegado y que eran Walter, Luisito, Morena Nieves y Pelorrizo. Todos hablaban castellano y, todos, como era costumbre, tuvieron que besar la mano de la princesa Koboldita porque era un deber de distinción. Morenanieves no se vio que se pusiese roja, pero se le notó el rubor.

Para entretenerse un poco todos, mientras daban cuenta de las bellotas, cada uno contaba un cuento. Allí salieron a relucir los de El Gato con Botas, Blancanieves y los Siete Enanitos, La Cenicienta, El Rey de las Ranas, las Historias de Pedro Petouto, los Cuentos de Navidad y otros muchos, porque hubo más de uno que repitió cuento.

Pero como la luna ya iba camino de ocultarse los coboldos decidieron regresar a su ciudad. No obstante la princesa Koboldita les invitó a que la visitasen, aunque sólo fuera por un ratito. Todos se fueron a la ciudad menos Luisito que se quedó al cuidado de los caballos.

A llegar a la orilla del embalse, y como había que meterse en el agua y llegar hasta el fondo donde se encontraba la ciudad, y dado que todos respiraban aire y no agua, la Koboldita dio a cada uno su correspondiente pastilla de akvorespirina, (que permitía ver y respirar dentro del agua), y ¡Zasss! Todos se zambulleron y en un tris llegaron a la ciudad donde los soldados coboldos les abrieron la cámara de entrada.

A morena Nieves que no sabía nadar la llevó la princesa de la mano y a Pelorrizo, que nadaba muy mal, lo llevó Walter de la mano. Una vez dentro de la ciudad de los coboldos, ciudad encerrada en una campana de cristal, la reina les salió darles la bienvenida y les ofreció zumo de bellotas que era la especialidad de la casa y ordenó que mostrasen a los forasteros los principales edificios y el museo de los dioses San Julián y Santa Basilisa. Todos quedaron muy contentos y sorprendidos de lo que allí vieron. La más sorprendida fue Morena Nieves por el sistema de iluminación y el bello tono verdoso.

Pero se acercaba el día y los coboldos tenían que irse a dormir. Por ello todos se despidieron con lágrimas por la buena amistad que habían trabado. Volvieron a tomar cada uno su tableta de akvorespirina para poder salir nadando y la princesita Koboldita los acompañó a todos hasta la Laguna de los Coboldos y allí se volvió a despedir pidiendo que, por favor, algún día en martes de luna llena, volvieran a visitarla que ella estaría allí junto a la encina y la laguna.

Luisito ya había preparado los caballos para regresar a Muelas del Pan, donde sus padres ya los estarían esperando. Pelorrizo volvió a montarse con Walter en la yegua negra y Morena Nieves lo hizo en el potro rojo.

Cuando estaban llegando al Alto del Alcornocal vieron al hada madrina de Morena Nieves que los estaba esperando y ésta, tocando con la varita mágica a Morena Nieves y a Pelorrizo desaparecieron y Walter y Luisito se quedaron estupefactos, pues también el hada desapareció. Se fueron para su casa y no daban crédito a lo que habían visto.

Pelorrizo y Morena Nieves aparecieron en la Glorieta del Descubrimiento cinco minutos después de que la hubieran abandonado con sus bocatas aún sin terminar. Vino la Mami a buscarlos y, todavía, los encontró comiendo y dijo: ¡Pero qué pasa! ¿Hoy no tenéis hambre? E hizo el amago de darles un cachete, pero ellos eruptaron a la vez y la Mami olió el odor a las bellotas y dijo: ¡Venga pa’ casa ya y a lavarse que oléis a bellota!

Estulano